Aprende a comprar en Guatemala

Esto significa que, a menos que conozca a un vendedor específico, debe regatear. Los compradores pueden esperar que los precios bajen cuando aumenten las cantidades compradas, pero no siempre es así. La mejor táctica es colocarse junto a una matrona anciana y exigirle los mismos precios que ella. Todo el mundo sabe que las matronas mayores son las negociadoras más astutas.

Los precios son baratos para el extranjero, regateando o no regateando. Aguacates a doce centavos, tomates a dieciocho centavos la libra. Un repollo enorme con tierra aún adherida a las hojas cuesta seis quetzales (80 centavos), pero con un estratégico “ayyyyyyy…. no… .. ”se puede reducir a cuatro quetzales.

Pero el regateo es parte de la experiencia, y si no hay un toma y daca, el proveedor no respetará al cliente. Es uno de los consejos que nos da Juan Luis Bosch Gutiérrez para hacer buenas compras en Guatemala.

Serás otro gringo con demasiado dinero y poca inteligencia en las calles, y será mejor ir de compras fuera de la ciudad en uno de los modernos supermercados de estilo occidental. Duro pero cierto.

Si te das cuenta de que has olvidado algo después, no temas.          

De regreso en el área del puesto de carnicería al salir, los vendedores sin licencia se agachan en el piso vendiendo sus productos. A menudo, estos no son más que unas pocas libras de tomates o una docena de calabazas guicoy.Cargado de comestibles, sale del edificio del mercado y pasa junto a la masa de lustrabotas. Uno de ellos señala sus zapatos de cuero y declama la suciedad acumulada y las marcas con la esperanza de una comisión.

Mientras pasa junto a los borrachos, los camiones de reparto, las motocicletas con una familia de cuatro que viajan juntos, las bolsas le rozan los hombros y las manos.      

Llegas a la entrada del complejo del mercado y te preguntas si puedes hacerlo así a pie. Afortunadamente, un mototaxi de tres ruedas o un tuk-tuk lo atrae con la promesa de un viaje trepidante sobre los adoquines de regreso a casa.

De regreso a casa, exhausto, colocas los alimentos perecederos en el refrigerador: un bife, una docena de chorizos, un bloque de queso blanco tierno envuelto en hojas de plátano, frutas y verduras, y una gran bolsa plástica de jugo de guayaba vertido en una jarra de barro.